“En 2030 muchos de los alimentos que encontraremos en los estantes del supermercado serán saludables e indicarán en su etiqueta para qué perfil genético están indicados”, explica Francisco Tomás-Barberán, investigador del CSIC y coordinador del proyecto Fun-c-Food sobre alimentos funcionales.
Porque, como explica otra investigadora, Montserrat Rivero, de Laboratorios Ordesa, dentro de muy poco la prueba para conocer nuestro genoma costará menos de cien dólares y pasará a ser una prueba rutinaria en los bebés, de forma que cada persona podrá saber a qué enfermedades está más predispuesta y eso condicionará lo que coma e impulsará la alimentación personalizada, explica el diario catalán La Vanguardia de Barcelona.
Si uno sabe que tiene muchas probabilidades de padecer diabetes, podrá cuidar la ingesta de glucosa desde el principio, y si está predispuesto al Alzheimer, podrá ingerir alguno de los productos basados en frutos rojos silvestres o crema de chocolate con frutos secos en que hoy trabaja la industria de la alimentación para prevenir el deterioro cognitivo, suponiendo que se confirmen sus beneficios y se autorice su comercialización.
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