lunes, 4 de marzo de 2013

El fondue suizo, un platillo que incentiva la camaradería

En estos días de crudo invierno europeo, uno de los medios que utilizan los suizos para resistir las gélidas temperaturas es reunirse a disfrutar de uno de los platillos nacionales: el fondue. Goza de gran popularidad en el pequeño país de los Alpes, aunque también se ha ganado una fama en el resto del mundo.

Hay un gran número de variantes de fondues, pero uno de los más famosos es el de queso, en el cual cada uno pincha un trocito de pan con un tenedor y luego lo revuelve en una cacerola de queso fundido.

Algunos, según su gusto personal, le añaden un chorrito de kirsch (cherrys) al queso fundido para refinarlo, mientras otros untan la cacerola con un diente de ajo antes de llenarla con queso.

La mezcla del queso es esencial en Suiza, país famoso por la abundancia de este producto lácteo. Como el fondue de queso es una comida con muchas calorías y difícil de digerir, se acompaña normalmente con vino blanco o té.



El origen

El fondue tiene sus raíces en los Alpes, más exactamente en los macizos montañosos de Suiza y de partes limítrofes con Francia y Italia. Se dice que esta delicia nació cuando los campesinos alpinos empezaron a mezclar queso vencido y duro con vino blanco y luego lo pusieron todo en una cacerola para comerlo con pan.

Eso fue hace más de 100 años. Pero el fondue se desconocía en otras regiones de Suiza, hasta la década de 1950, cuando se introdujo el platillo a la cocina del Ejército suizo y rápidamente se popularizó entre el público.

En esa época, el queso era considerado “la comida de la gente pobre” y en 1954 se creó en Suiza el eslogan publicitario “El fondue crea el buen humor”, que sigue siendo muy popular hasta el día de hoy.

Desde entonces, esta especialidad se difundió por todo el país y de ahí al mundo entero. En Suiza, el plato es tan popular que el servicio de fondue -una cacerola con mango, tenedores largos especiales y un quemador con llama regulable- forma parte del equipamiento básico de cada hogar.



Plato para compartir

El fondue de queso es lo clásico, pero existen muchas variantes con diferentes ingredientes. Entre ellas figuran, por ejemplo, el fondue borgoñona, en el que se cuecen finos trozos de carne en una cacerola con aceite.

También está el fondue chino, que es similar al borgoñona, con la diferencia de que se cuece la carne y además verdura en un caldo caliente.

Para los aficionados al dulce existe el fondue de chocolate, en el que se bañan frutas frescas, galletas o bizcochos en una fuente de chocolate derretido.

Sea con queso, caldo o chocolate, la gran popularidad de esta comida seguramente se fundamente en la camaradería que crea.

Es ideal para compartir en familia o con los amigos y siempre se come en compañía. Una cena de fondue puede extenderse por mucho tiempo, ya que siempre está acompañada por abundantes charlas y risas.

Es algo muy relajado, pero existe una regla esencial: ¡no hay que perder el trozo de pan en la cacerola!

Hay varios “castigos” para el que no cumple con esta regla. Conforme a la tradición de los suizos, estas penas suelen ser acordadas democráticamente antes de servir el fondue. Muchas veces, el que pierde su trozo de pan tiene que pagar una ronda de tragos para todos, lavar los platos después de comer o darle un beso a la persona que está a su lado.

Con toda la tradición que lo rodea, esta comida puede verse también como una ceremonia que une amigos y crea ambientes propicios también para el romance.

La autora, Tina Huber, es una periodista suiza que hace una pasantía en Página Siete.


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