Para quienes se los comen existe una doble motivación: además de lidiar contra la plaga, disfrutan del único insecto que se considera kosher (reglamento que determina qué alimentos son puros en la religión judía).
Además, no hay especificaciones en torno al ritual de su matanza, lo que los convierte en un alimento muy versátil para los conocedores culinarios. Uno de ellos es el cocinero Moshe Basson, fundador y propietario del restaurante Eucalyptus -famoso en Jerusalén- y especialista en la reactivación de antiguos alimentos bíblicos.
A los que los prueban por primera vez, Basson les recomienda servirlos crujientes. Tal efecto se logra al colocarlos en un caldo hirviendo, limpiándolos, y pasándolos por una mezcla de harina, semillas de cilantro, ajo y chile en polvo. Y luego se fríen.
¿A qué saben?
Dicen que su sabor es una mezcla entre milanesa de pollo, semillas de girasol tostadas y gambas.
Los cocineros no son los únicos que han estado ocupados con las langostas. “Estoy disfrutando de mis 15 minutos de gloria”, se ríe Amir Ayali, presidente del departamento de zoología en la Universidad de Tel Aviv, y un experto en el sistema nervioso de las langostas.
Los grupos de saltamontes recorren hasta 100 kilómetros al día. Predecir cuál es su próximo destino no es fácil, ya que depende en gran medida del viento. Aun así, el Ministerio de Agricultura de Israel ha estado haciendo todo lo posible para enfrentarlos, con cuatro aviones disponibles 24 horas al día para hacerles un seguimiento y rociarlos con insecticida.
Además de Israel, la plaga alcanza los territorios palestinos, Sudán -donde la situación es particularmente grave- Eritrea, Egipto, Jordania y Arabia Saudita.
El país experimentó un aumento de los insectos en 2004, pero antes de eso la plaga no acechaba al territorio desde 1950.
Insectos fascinantes
Lo que más fascina a los expertos de estos insectos es la doble vida que llevan. Son criaturas que, cuando están solas, disfrutan de una vida tranquila y solitaria, alimentándose de hierba, lenta y discretamente. Pero cuando entran en contacto con otros saltamontes, cambian por completo su carácter y apariencia.
Desarrollan alas más fuertes y un hambre insaciable, y forman grandes grupos que llegan a medir hasta diez kilómetros cuadrados, alcanzando una densidad de 50 saltamontes por metro cúbico.
Si terminan en el mar, sin ninguna fuente alimenticia, se comen unos a otros.
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