Nada más lejos de la realidad: el pan reporta numerosos beneficios a la alimentación de toda la familia, y su consumo moderado, no sólo no incide en el aumento inmediato de peso, sino que tienen un efecto positivo a la hora de controlar los números de la balanza.
Lo más recomendable para los infantes es que el consumo de pan se situase en torno a las cuatro o cinco, a fin de llegar a las seis raciones diarias de cereales recomendadas.
Lo más interesante: tras añadir dos raciones diarias de pan blanco, los niños que participaron de un estudio en España presentaban una importante mejora de su perfil calórico, con un incremento de la energía procedente de los hidratos de carbono en lugar de los lípidos. Es decir: el consumo moderado de pan no sólo no engorda a los niños, sino que permite equilibrar sus dietas, que en la actualidad se caracterizarían por una excesiva ingesta de grasas y proteínas, y un escaso aporte de hidratos.
El consumo de pan, además, favorece la absorción de nutrientes tan importantes como la fibra, la vitamina B1 y el yodo (importantes para el funcionamiento del sistema nervioso), el ácido fólico (que ayuda a la proteger el corazón y mejora la función mental) o el zinc (importante para reforzar el sistema inmunitario).
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