Platos de comida típica se pueden encontrar en más de un lugar, pero aquéllos que guardan el verdadero sabor de la tradición cruceña son menos frecuentes de lo que se piensa. El secreto para mantener ese gusto auténtico en comidas y horneados típicos lo conocen muy bien María Cristina Moreno Arano y María Heidy Hurtado, dos cruceñas que ni siquiera se conocen, pero que han sabido captar la atención con recetas que guardan un secreto: se elaboran tal como se hacían antes, cuando Santa Cruz era una ciudad pequeña y no había al alcance tantas variedades de comidas.
La habilidad de María Cristina para la cocina se conoció públicamente el año pasado, cuando ella ganó un concurso de comidas típicas promovido por la Alcaldía cruceña. Con apoyo de su hijo, Mario Lara, participó en la competencia con un majadito de pato, que fue muy elogiado. Pero el que se llevó el primer premio fue el chimbo, un postre que se ha ido perdiendo y ya casi ni se ofrece en los restaurantes.
“Es una receta que aprendí de mi abuela. Me la enseñó, porque yo era su adulada”, comenta María Cristina.
Los ingredientes son sencillos: harina de trigo, yema de huevo, azúcar y clavo de olor. Se cocina en el horno, donde adquiere un color dorado que lo hace más apetecible.
Los platillos que prepara esta dama son sólo para disfrutar en casa, pero el gusto con que los prepara marca la diferencia. Por eso, cuando hay fiestas de cumpleaños, los hermanos, primos y sobrinos son los primeros en hacerle encargos. Ella accede sin problemas, porque dice que preparar queques y tortas le apasiona. Además, le trae el recuerdo de la ciudad que ella tanto disfrutó y que tenía un ritmo muy distinto al que hoy vemos. “La gente era sencilla, unida y se vivía en tranquilidad”, expresa con nostalgia, porque actualmente María Cristina prefiere no salir de casa, espantada con el tráfico vehicular y con la inseguridad.
Vive en la calle Yapacaní, paralela a la avenida Cañoto, un lugar que hoy queda próximo al mercado La Ramada, pero que antes era una gran quinta, que pertenecía a su familia.
En otro lado de la ciudad, en la céntrica calle Ballivián, se encuentra otro punto de referencia en gastronomía típica, esta vez, al alcance del público en general. Se trata del Horno de tía, un salón de té pequeño pero muy conocido, porque allí se venden los horneados típicos que los buenos paladares saben valorar.
María Heidy Hurtado, una montereña que vive en Santa Cruz de la Sierra desde hace 30 años, es la encargada de llevar este negocio, junto a su esposo, Oswaldo Domínguez, que puso el nombre al local en homenaje a una tía que le enseñó, en Montero, a preparar todas las masas típicas.
Todos los días, a las 15:30, el mesón del Horno de tía se llena con alrededor de 20 variedades de productos, desde pan hasta pastel de choclo, pero los más demandados son, sin duda, los cuñapeses y las empanadas de pollo y de queso.
Es un trabajo de todo el día, porque durante la mañana se compran y preparan los ingredientes básicos. Después del mediodía, el ritmo se acelera porque los productos tienen que estar listos y calientes para cuando la clientela comienza a buscarlos, para disfrutar el café de la siesta.
“El secreto para tener buenos horneados está en buscar siempre productos de primera calidad y sin alterar la receta”, explica María Heidy. Los clientes reconocen ese esfuerzo. Notan que, aunque haya subido el precio de la harina, del queso o de la mantequilla, jamás encontrarán en el Horno de tía un sonso sin queso o una empanada con pura papa.
La meta de María Heidy ahora es adquirir un local propio para ampliar el servicio y abrir sucursales para que dos de sus hijas, que ahora le ayudan a atender el negocio, se ocupen de administrarlos.
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