El estudio, publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, explica que en el siglo XVI, cuando se empezaron a transportar bienes a través del Atlántico, un diminuto polizón se coló en la bodega de un barco y recorrió unos 11.000 kilómetros hasta llegar a los monasterios de Baviera: era una especie de levadura, Saccharomyces eubayanus, que pudo instalarse sobre una pieza de madera o en el estómago de una mosca hasta que llegó a las bodegas de Baviera (Alemania), donde se almacenaba la cerveza. Una vez ahí, aprovechó la humedad y el frío para fusionarse con una levadura doméstica, Saccharomyces cerevisiae, muy utilizada para elaborar pan, vino y la cerveza alemana, fuerte y de color claro. El fruto de esa unión fue un híbrido de las dos levaduras, responsable de que la fermentación fría de la cerveza sea posible, reportó El Mundo.es.
Hasta ahora, la identidad de la levadura polizón, que facilita que la cerveza fermente a bajas temperaturas, era un misterio. Ahora se ha descubierto que proviene de la corteza de un árbol de la Patagonia argentina.
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