"La receta y la costumbre del lechón se inició con mi abuela, que lo preparaba cada Año Nuevo. Ella le pasó la receta a mi mamá y luego la recibí yo. Así fue que decidí dedicarme a vender el lechoncito, pues la receta era buena y a la gente le gustó. No fue hasta que uno de mis clientes, de origen chino, me pidió que disfrace a los lechones. Yo decidí armar trajes según mi imaginación”, contó Raquel.
Durante todo el año, esta señora prepara lechones rellenos en su hogar, a pedido y gusto del cliente. Pero los pedidos se triplican por las fiestas desde hace 16 años. En este tiempo, su receta familiar ha cambiado.
"Yo siempre acepto las sugerencias. He aprendido a encontrar el gusto de los clientes. La receta original tenía mucho ajo y aceitunas, sin embargo he reducido muchos de esos condimentos y otras cosas más para darle un sabor que les agrade más”, aseguró la cocinera. Zapata añadió que es importante, para ella, innovar y mejorar la receta. Si bien mantiene la base tradicional, los ingredientes y productos que usa van cambiando cada año.
Además de la sazón que heredó de su abuela, Zapata pasó clases de cocina en Ecuador, Perú y Argentina. "No soy una chef, sin embargo he hecho muchos cursos en Ecuador. También hice estudios en Salta y Arequipa. Fue algo que me hizo feliz pues pude aprender mucho más de algo que me gusta y amo”, dijo. La pasión que le pone a cada plato y la diversión que significa para ella son el impulso que le ayudan a trabajar en días con muchos pedidos como este 31 de diciembre.
Todos los últimos días de cada año, el horno en su hogar funciona sin pausa. Con más de 20 pedidos para entregar en esta jornada, Zapata junto a una ayudante prepara los lechones de Año nuevo.
"Primero recibo todos los lechoncitos frescos y los dejo remojar en agua con sal para que agarren el sabor. Ya en el día empiezo a condimentar y luego cocinar todo. El último de los pedidos lo entrego a las 11:30. Es muy agotador pero también es algo que adoro hacer, además que me permite dejar volar la imaginación”, afirmó doña Raquel.
Pese a la variedad de pedidos, explicó que el relleno es parte del sabor que ella le da al lechón. "El relleno de arroz y pollo es parte importante del plato. A veces le quito algún ingrediente porque me piden, por ejemplo, un lechón sin aceitunas o sin pasas. Sin embargo siempre mantengo un buen relleno porque el lechón pequeño no tiene mucha carne y con relleno la gente no se queda con hambre”, afirmó la cocinera. Además, los coloridos disfraces y trajes que elabora ella misma le dan un gusto especial al plato.
Lo que inició como una tradicional cena de Año nuevo en familia se convirtió en la pasión y trabajo de Raquel. La infancia que vivió es lo primero que recuerda cuando prepara cada lechón. "Recuerdo que cuando era niña no me gustaba el lechón. Como veía la cabeza del animal me daba pena comerlo. Después recién probé la carne y me encantó. Son cosas que recuerdo con estas fechas”, contó Zapata.
Sus compradores buscan el lechón pero también ponen mucha atención a los disfraces. Futbolistas, chinos, bailarines, matrimonios y otros son los pedidos que esta cocinera recibe. Zapata aseguró que sus trabajos favoritos son lo que tienen una figura a realizar, pues le permiten "volver a ser una niña”.
"Recuerdo en una ocasión hice un disfraz completo de motociclista para uno de los lechoncitos. Incluso preparamos una motocicleta de mimbre. Le pusimos una bandana y gafas para que se vea mejor el disfraz. Cada vez me piden cosas nuevas y así me las voy ideando”, afirmó doña Raquel.
Los precios dependen del tamaño y las porciones que tenga el tradicional plato de la cena de Año nuevo. Un lechoncito para 15 personas cuesta 1.000 bolivianos y uno para 28 personas, 1.500 bolivianos. Cada Navidad, Raquel Zapata ofrece también pavos rellenos a sus clientes. Para consultas o pedidos se puede llamar, todo el año, a los teléfonos: 70179617 y 2795043.
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