El piso de piedra es el preludio de una vivienda con más de cuatro siglos encima. En el primer patio hay barriles que reciben la luz del día. Más allá, en una habitación de adobe, se encuentran apilados los barriles con los vinos más añejos de la casa. En el lugar hay bebidas que son preservadas desde los años 70.
A mano derecha está la bodega con cinco turriles apilados encima de una mesa. Allí los visitantes se sirven el vino y casi siempre acaban pidiendo una o dos botellas. El secreto de la Casa Vieja está en la elaboración tradicional, explica Javier Lazcano, hijo de la propietaria del lugar y gerente del negocio familiar.
“Tenemos mucho cuidado en los procesos de fabricación. Es, como dice mi mamá, igual que cuidar a un bebé y hay que querer nuestro producto. Nosotros hacemos honor al trabajo artesanal que es una arte”.
Allí, debajo de las telas coloniales y encima del piso de piedra, se ha construido una empresa familiar que busca expandir su mercado. Cada año se comercializan 50.000 litros; pero, a pesar del número, esta cifra es pequeña para Lazcano. Él aclara: “Lo que pasa es que no nos gusta hacer cantidad sino calidad”.
La mayor cifra de vino se comercializa en la misma Casa Vieja. La anfitriona del local es su propietaria Victoria Quiroga: Doña Vita. La empresa da trabajo estable a 12 jefes de familia; mientras que en la época de la molienda los beneficiarios son aproximadamente 30.
La Casa Vieja está presente en siete departamentos del país y también exporta su producto a Perú y Dinamarca. Para este año se busca fortalecer este mercado con mayores producciones.
Historia. La primera vez que Victoria Quiroga y su papá quisieron hacer vino en su propiedad, les salió vinagre. Corrían los años 70 y ella no quiso dar un paso atrás. Siguió y siguió intentando hasta que sacó sus primeras botellas.
Doña Vita, sobrenombre familiar, llevó sus primeros envases al mercado de Tarija. Se acomodó en la sección de venta de pescados. “La gente ya no llevaba pescados y se iba con vinos”, recuerda con una amplia y sonora risa.
Allá por los años 80 el negocio se hizo conocido en la capital tarijeña. Nacieron los planes de expansión y se mandó la primera encomienda a la ciudad de Santa Cruz. “Tardó cinco días en llegar”, comenta la mujer que no quiere recordar su edad, aunque dice que nació en 1955.
Hoy no sólo hay vinos en la Casa Vieja y la etiqueta de Doña Vita está en 13 productos diferentes. Su última oferta es el destilado de uva añejada: Escarlata.
“El éxito —continúa Lazcano— está en amar el producto y hacerlo con cariño”. Doña Vita cree, sobre todo, que ella no dejó atrás su sueño de hacer un buen producto para levantar a su familia. Hoy su destino tiene un sabor dulce... dulce, ligero y trepador.
La Vigencia de la casa
-La Casa Vieja tiene aproximadamente 410 años.
-La estructura colonial es de una hacienda del siglo XVI.
-El sitio mantiene todas las cualidades de una construcción antigua.
Se brinda una atención familiar
“Venga pase, qué bien que haya venido”... son las primeras palabras de Doña Vita, cuando ve a sus visitantes cruzar el portón de la Casa Vieja. Vienen los besos en las mejillas y las preguntas de rigor por la familia y algún pariente en especial... Y luego un vinito de cortesía.
Los parlantes revientan con la música chaqueña que invade el lugar. El olor de la carne en el fogón también busca conquistar al visitante (en el local también hay un espacio de comida típica). Pero es Doña Vita o alguno de sus trabajadores que encandila al huésped con su trato.
Quizás por eso la Casa Vieja siempre está repleta de visitantes. Los niños corretean por los patios y los adultos entran a la bodega a saborear un licor, preferentemente de colección. En los días de mayor visita llegan hasta unos 700 visitantes; pero a veces no pasan del centenar. Con todo, Doña Vita, o alguno de sus empleados, siempre atiende con una sonrisa y da una explicación del proceso de elaboración.
La fama de Doña Vita conquistó a los forasteros. En el libro de visita de la Casa Vieja hay firmas de franceses, alemanes, estadounidenses y de otros lares.
También hay connacionales que dejaron su huella en el lugar. Es más, los políticos hicieron un hueco en su agenda; además de los artistas y de otros personajes. El presidente Evo Morales no llegó al sitio aunque sí envió a que le compren sus vinos.
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