Muchas de estas alteraciones intestinales tienen su origen en el estilo de vida actual, ya que las prisas y nervios provocan ansiedad en las personas que tienden a comer de manera compulsiva, o por el contrario, a alimentarse con insuficiencia. Las tensiones se reflejan en el organismo en forma de estrés digestivo, el cual puede ocurrir de manera eventual, pero si se repite a menudo puede mermar la calidad de vida del afectado, advierten los expertos.
Emociones que enferman. José Luis Valverde, médico de la Clínica Nuclear, pone énfasis en que el estrés puede producir muchas enfermedades, entre las que están las de orden metabólico, cardiovasculares y las intestinales. "El estrés aumenta la secreción de ácido clorhídrico, el mismo que repercute produciendo una gastritis, dispepsia o flatulencia, entre los que se identifican síntomas como dolor de estómago, ardor o sensación de hinchazón. También se pueden manifestar reposiciones líquidas por activación de un colón irritable".
Dos enemigos. Ahora si se asocia el estrés a una mala alimentación o malos hábitos, saltarse los horarios de la comida, ingerir alimentos demasiados condimentados, grasas, etc, el riesgo frente a enfermedades digestiva se torna en mayor escala.
Poner un alto. Lo ideal es prevenir, dice Valverde, pero si los problemas de digestión por causa del estrés no se pueden evitar, se aconseja en primer lugar acudir a un especialista que según su situación puede recomendable que utilice protectores gástricos o antiácidos que ayuden o disminuyan este problema. Lo ideal es tratar los malestares físicos al mismo tiempo que el estrés, porque si no se los controla, según advierte el especialista, se corre con el riesgo de tener una gastritis crónica, una úlcera con sangrados y sobre todo que la situación sea mucho más difícil de controlar.
Los médicos también sugieren aprender técnicas de manejo de la respiración, que ayudan a aliviar las tensiones.
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