1 repollo morado
1 cebolla
1 puerro
1 copa de vino tinto
Vinagre de vino
150 grs. de requesón
50 grs. de queso azul
4 clavos de olor
Azúcar
Aceite de oliva
Sal y pimienta
PREPARACIÓN
Pelar la cebolla y cortarla en forma de juliana gruesa. Lavar el puerro, retirar la parte de color verde, y cortarlo en trozos. Calentar una cucharada de aceite de oliva en una olla amplia y rehogar el puerro, la cebolla y los clavos.
Lavar el repollo y trocearlo. Remover de vez en cuando la cebolla, y antes de que empiece a dorarse, agregar el repollo. Tapar y rehogar unos minutos.
Verter la copa de vino tinto, una cucharada de vinagre y otra de azúcar. Dejar reducir unos 5 minutos y añadir tres vasos de agua. Dejar hervir a fuego lento 30 minutos.
Apagar el fuego y retirar parte del caldo (más o menos un vaso). Triturar el repollo en la misma olla y salpimentar. Si la crema está demasiado espesa, agregar poco a poco el caldo reservado, hasta conseguir una crema ligera.
Poner los dos quesos en un cuenco, agregar un hilo de aceite y remover hasta que queden bien mezclados. Formar unas quenelles de queso con ayuda de dos cucharas.
Servir la crema bien caliente con pedacitos de pan.
El vino y la comida
• Es evidente que el vino tiene propiedades como “tónico” y, al mismo tiempo, como activante de la circulación y estimulante del corazón y la digestión. A estos efectos se prefieren los tintos de calidad antes que los blancos, que son generalmente más ácidos y de efectos diuréticos. Se puede decir que, para aquellas personas que tiene la costumbre de tomarlo durante las comidas, el vino tiene una influencia positiva en su salud. De todas formas, hay que ser cautos: el vino no es un medicamento.
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