En estos tiempos en que vamos aprendiendo a comer mejor y más sano, las carnes –especialmente las rojas– se han ganado mala fama porque contienen altos niveles de grasas saturadas. Pero como en casi todo, en el equilibrio está la virtud. El consumo moderado de carne contribuye al crecimiento y desarrollo de los tejidos. Aunque un exceso puede producir problemas de colesterol, como explica Eroski/Consumer, la carne constituye una fuente indiscutible de proteínas de calidad y tiene un papel clave en la prevención de enfermedades como la anemia y la desnutrición. La carne más grasa es la del cerdo y de sus derivados; la que menos, la del pollo./
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