Luego le untó mantequilla y mermelada al pan y se lo comió. Cuando me levanté de la mesa, recuerdo haber oído a mi madre pedirle disculpa por los panes tostados muy quemados. Nunca voy a olvidar lo que dijo: "Cariño no te preocupés, a veces me gustan los panes tostados bien quemados".
Al acostarme se apegó y me dijo: “Hay que comprender. Tu mamá tuvo un día muy duro en el trabajo, está muy cansada y además, un pan tostado un poco quemado no le hace daño a nadie”.
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