Esta decisión la llevó a Estados Unidos donde se formó en Artes Culinarias. Y mientras se encuentra de vacaciones en Santa Cruz, trabaja atendiendo eventos especiales y también elaborando y asesorando en el menú de un nuevo café bistró que se abrirá pronto en la zona de Equipetrol. Y es que como ella comenta así es su rutina, siempre agitada y ocupada.
María Paula confiesa que lleva la vocación por la cocina desde niña. “En vacaciones me metía a cursos de cocina. Era conocida en mi colegio y en mi familia, porque era la que preparaba los postres y en los domingos familiares hacía los almuerzos. Me encantaba”. Ahora María Paula persigue un nuevo sueño y es que ha logrado una pasantía en el restaurante Astrid & Gastón de propiedad de Gastón Acurio, uno de los más renombrados chefs en el mundo. Ella nos cuenta sobre sus experiencias en el ámbito de la gastronomía, su percepción de la comida en nuestro país y sus planes a futuro.
¿De qué manera ingresaste en el mundo de la gastronomía?
Veía a mi hermana mayor que en la cocina todo le salía salado o quemado. Entonces me metí a ayudar y le hallé el gusto.
En vacaciones me ponía a cocinar y siempre veía canales de cocina, mientras mis primas miraban Chiquititas, que era el programa de moda. Fue un gusto que fui adquiriendo. Además, mi abuelita tiene la panadería Camba y yo iba a ayudar a hacer tortillas, o estaba en la caja o en la venta.
Igual era buena en lo que era física, química y matemáticas en el colegio. Mi mamá es pediatra y yo crecí en su consultorio.
Entonces también quería ser médico. Pero tenía este gusto escondido, esa inclinación. En mis últimos años de colegio me decidí.
Mis hermanos estaban en el exterior y busqué universidades de Medicina en EEUU, mandé aplicaciones, me aceptaron en varias, pero había algo que no me convencía del todo. Mientras todo eso pasaba entré a IGA, soy de la primera promoción. Ahí fue que me decidí por lo que realmente me gustaba y no me arrepiento. Quizás es algo que me deja igual sin vida como la Medicina o quizás hasta un poco más, pero lo disfruto.
¿Cómo te sentís ahora?
¡Feliz! La cocina es un lugar donde me desestreso, me olvido de los problemas y de todo. En la cocina solo pienso en que las cosas salgan como tiene que ser.
Gracias a Dios tuve a mis padres que me apoyaron al 100%, pero igual siempre hubo gente que me decía que estaba desperdiciando mi inteligencia. Pero yo, estoy chocha. Obviamente en medio de todo hay mucho sacrificio, en el sentido de que hay que superarse cada día con respecto a uno mismo.
La cocina es un lugar activo, estás de aquí para allá, no estás quieto. Creo que detrás de un escritorio me muero.
¿Cómo era tu vida en Estados Unidos mientras realizabas tus estudios?
Agitada. Allá estudiaba y trabajaba. Mi día comenzaba a las 5:00. Mis clases eran de 6:30 hasta las 13:30. Luego salía de ahí y me iba al restaurante. Entre semana estaba hasta las 23:30 y jueves y sábado hasta la 1:30 o 2:00. Se te vuelve una rutina. Este año fue duro porque no dormir y tener actividad durante todo el día es agotador. El nivel de trabajo allá es muy exigente, en la vida de restaurante no se puede faltar a menos que sea por un motivo de salud grave que no te permita trabajar. Los domingos son el único día para ver a mis amigos, pero por lo general los aprovechaba para dormir, hacer tarea y lavar ropa.
¿Cuál es tu percepción de la comida boliviana?
Bolivia es un país que tiene mucho potencial, pero todavía no lo valoramos. Nos falta mejorar en muchos aspectos. Todo es una cadena. A la gente que trabaja en culinaria todavía le falta pasión, quieren cumplir solo sus ocho horas de trabajo y se van volando. A Bolivia se lo ve como un diamante en bruto. Tenemos tanto pero nos falta valorarlo, producirlo. Cerrar el ciclo, educar más al consumidor. Tener críticos de cocina. Es algo a largo plazo y dependerá de la valoración que le demos nosotros mismos y cuanto interés pongamos en potenciar y trabajar la calidad de nuestra gastronomía.
¿Qué estás haciendo ahora en Santa Cruz?
Me vine aquí un mes para estar con mi familia, de vacaciones y aprovecho también para hacer algunos trabajos. Me contratan para preparar cenas privadas para compromisos o cumpleaños. Preparo todo gourmet, a la gente le gusta, porque hace algo diferente en su casa y les gusta ver la preparación.
También estoy junto a Ricardo Cortés y Jorge Calvo, de Jardín de Asia, organizando pop ups. Mi primer pasantía la hice con ellos y ahora he vuelto, estamos organizando uno para diciembre. También estoy realizando una asesoría de menú para Trivento, un nuevo café bistró.
Se te ha presentado la oportunidad de trabajar en uno de los restaurantes de Gastón Acurio, ¿cuáles son tus expectativas?
En mi viaje a Lima, en septiembre, fui pensando en conseguir una pasantía en un restaurante de alta exigencia, que me rete como profesional y me haga crecer. Al visitar Astrid&Gastón quedé encantada.
Desde el movimiento de la cocina, los platos que comimos, sus técnicas, todo. Me pareció interesante. Le pedí a Diego Muñoz su email. Él es el chef de la cocina ahí, le pase mi currículo, luego tomé contacto con Javier Masías, uno de los críticos gastronómicos que escribe para El Correo de Lima y hablé también con él.
Diego me escribió y le mandé mi experiencia laboral, vio mi interés, los trabajos que había realizado y así surgió esta pasantía.
¿Tenés todo listo?
El 3 de enero me estoy yendo a Lima. Ya tengo mi vivienda allá. Estuve alistando todos los detalles necesarios para mi traslado y ya está todo listo.
El 6 de enero comienzo a trabajar en la cocina. El trabajo es mañana y tarde. Entro a las 9:00 hasta la 1:00. Es horario completo.
Los primeros tres meses estoy como pasantía y ya después de eso, trabajo, si Dios quiere. Los primeros tres meses me los estoy pagando yo. Y de ahí en adelante vamos a ver qué pasa.
También hablé con la universidad para que me puedan transferir las materias de mi segunda carrera (Administración de Alimentos y Servicios). Si tengo que hacer una pausa en mis estudios, la hago. Porque este tipo de oportunidades no se te presentan todos lo días. Por eso cuando se presentan hay que agarrarlas con las dos manos.
¿Cómo te sentís de formar parte del restaurante Astrid y Gastón?
Soy la primera boliviana yendo a trabajar allá. Es un gran peso.
Porque para mí la ganancia no es monetaria sino el aprendizaje y la experiencia, sé que después de trabajar ahí se me van a abrir muchas puertas. Sé a lo que me estoy yendo. Sé que me esperan jornadas largas de trabajo, pero estoy feliz. Más que todo emocionada, porque además me encanta Lima, el clima, la gente y es un lugar donde se respira gastronomía
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