domingo, 7 de julio de 2013

Por qué los mexicanos no comen papas fritas

¿Alguien se ha fijado en que la comida mexicana típica no tiene papas? Sería inconcebible pensar en enchiladas, tacos o burritos con papas fritas. Todas ellas son a base casi exclusiva de maíz con otros acompañamientos, todos muy deliciosos, desde luego, pero sin papas.

Siempre hablando de comida mexicana típica (no la actual), observamos que tampoco tiene yuca. Éste no es un fenómeno casual, sino que está dado por el hecho de que los antiguos mexicanos no solamente no tenían papas -ni yuca-, sino que tampoco las conocían, ya que, si las hubieran conocido, no habrían dejado de usarlas e incorporarlas en su dieta.

Este razonamiento, tan simple, nos lleva a recordar lo que hace más de 100 años observó Erland Nordenskjold con respecto del cacao en Sudamérica: que nadie lo conocía antes de la llegada de los españoles.

Indudablemente, si los mexicanos no conocían ni la papa ni la yuca y que, a la inversa, los sudamericanos no conocían el cacao, quiere decir, simplemente, que no había comunicación entre la América del Sur y la del Norte y esto puede observarse no solamente en este tipo de fenómenos, sino también en muchos otros, que indican que el conocimiento recíproco de las civilizaciones de ambas regiones geográficas era casi inexistente.

Si, considerando las teorías del origen asiático de los pueblos americanos, los pueblos migrantes tuvieron que haber pasado por México para llegar a América del Sur, lo menos que pudo haber ocurrido es que las civilizaciones y culturas de ambos lugares hubieran tenido que estar íntimamente interconectadas y las culturas de esta parte de la América debieran haberse impregnado con los caracteres de las civilizaciones “madres” de la América del Norte.

Por lo tanto, los mexicanos debieron haber tenido que traer el cacao a Sudamérica para llevarse la papa y la yuca a México, lo cual no fue indudablemente el caso. Es más, las culturas mexicanas y sudamericanas son tan diferentes que no puede establecerse prácticamente ninguna similitud o semejanza entre ambas, como si se hubieran desarrollado de forma completamente independiente y separada e incluso sin ninguna conexión ni conocimiento recíproco, lo cual habría tenido que ocurrir forzosamente si una hubiera derivado de la otra o sido su continuación, en términos de costumbres, lenguaje, similitud física, etcétera.

La teoría del origen asiático del hombre americano tiene tantos argumentos a favor como en contra y más de estos últimos que de los primeros. Siempre me ha parecido que la imaginación de don Ales Hrdlicka lo llevó tan lejos que pensó que alguien se puso en la punta oriental de Asia con la orden expresa de que los pueblos asiáticos debían marchar y alcanzar el Cabo de Hornos en el periodo de 10.000 años, costare lo que costare, poblando mientras tanto hasta el último rincón de las Américas con culturas que tenían que haber alcanzado un altísimo grado de desarrollo y no solamente el de la simple Edad de Piedra con el que habían llegado a la punta del Estrecho que debían cruzar.

Una teoría muy europea desde luego, a la medida de las aspiraciones y deseos europeos, principalmente de los residentes de Norteamérica, que sueñan con establecer, sin sombra de duda, que los pueblos americanos son originarios de cualquier otra parte y no de la América para poder decir, sin que se les caiga la cara de vergüenza: “son tan inmigrantes como nosotros, años más, años menos...”.



*El autor, profesor emérito de la UMSA, es médico e historiador.

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