Hasta el momento se había investigado sobre las consecuencias de las dietas sobre la actividad cerebral, pero un grupo de neurólogos decidió indagar los efectos de comer habitualmente productos de alto contenido calórico y su vínculo con el deterioro cognitivo leve y descubrió que una mala alimentación no sólo es nociva para el cuerpo sino también para el cerebro.
El análisis, patrocinado por la fundación Robert Wood Johnson y por el Programa de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer, se realizó sobre 1.233 habitantes del condado de Olmsted, en Minnesota. Los voluntarios fueron personas de entre 70 y 89 años que informaron a los investigadores sobre el consumo de calorías del último año a través de un cuestionario sobre frecuencia alimentaria.
Las respuestas se dividieron en tres categorías: de 600 a 1526 kilocalorías (kcal), de 1526 a 2142,5 kcal; y de 2.142,5 a 6000 kcal. Entre los dos primeros, no había diferencias significativas.
No obstante, las personas cuyo consumo pertenecía al tercer grupo registraron una probabilidad dos veces mayor de tener deterioro cognitivo leve que el resto.
Los investigadores observaron que existía un patrón de dosis-respuesta que aumentaba las posibilidades de daño en la memoria.
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