martes, 25 de septiembre de 2012

Wist’upiku: De la tradicional canasta al emporio del sabor

Como parte de la pintoresca Cochabamba, del siglo pasado, atrás quedó la imagen de doña Elisa Lazarte de Solís, aquella mujer emprendedora que creó una exclusiva empanada, inicialmente rellena de k’allu, (ensalada picante en base a cebolla, tomate y locoto, aderezada con abundante quesillo) y luego a exigencia de sus clientes ingenió otra variedad, solo con relleno de queso.

Así ella transcurría sus días, entre satisfacer el paladar de sus clientes y atender la chichería de su propiedad, junto a su esposo José Solís, un valeroso ciudadano que como muchos bolivianos de entonces, en la década de los años 30, se enroló en las filas de combatientes para ir a defender la riqueza nacional en la contienda bélica que Bolivia sostuvo con Paraguay, la Guerra del Chaco. De la fratricida guerra don José retornó con una herida en el rostro provocada por una esquirla de granada, que derivó en una deformación facial muy cerca de la boca. Es esa la causa para que sus amigos lo comenzaran a denominar el "wist’upiku", que en quechua significa con el pico chueco; "wist’u" (chueco) y "piku" (pico-boca).

"Anda a comprar empanadas del wist’upiku" decían los padres a sus hijos, y los niños presurosos llegaban hasta aquel pequeño negocio familiar, donde encontraban a doña Elisa Lazarte, apostada detrás de una canasta cubierta con un mantel blanco, desde donde despachaba las empanadas, calentitas y rebosantes de queso. Un bocadillo que con el pasar de los años se convirtió en una tradición de la Llajta.

EMPRENDIMIENTO

Tras la muerte de doña Elisa y don José, su única hija, Blanca Solís mantiene el emprendimiento y años más tarde, sus hijos: Wilson, Ana y Hugo se ocupan de expandir el sabor por buena parte del territorio nacional. Ahora ya se habla de proyecciones para instalar sucursales más allá de las fronteras bolivianas, como Argentina, Europa y Estados Unidos.

"Con la tradición de ayer, la tecnología de hoy y la calidad de siempre", es el slogan con el que se resume los 73 años de trayectoria de éste emprendimiento que nació en el hogar Solís-Lazarte y que ahora da empleo a 364 personas que trabajan en diferentes regiones del país, pues las tradicionales Wist’upiku son negocios asentados en Cochabamba con 12 tiendas, La Paz con 10 sucursales y Santa Cruz con 6. A mediano plazo, tienen la mirada puesta en Oruro. Al margen están 430 familias del Valle Alto, que son los principales proveedores de quesillo para ésta industria alimenticia.

El gerente de Wist’upiku, Wilson Ramírez (nieto de los creadores del negocio), detalló que con estas comunidades incluso ha creado una modalidad de trabajo en trueque, a veces entregando dinero por anticipado y otras, a requerimiento de sus proveedores, lleva afrecho u otros productos necesarios para la crianza de vacas y a cambio, como forma de pago recibe el quesillo.

A diario producen entre 6.000 a 7.500 empanadas, distribuidas para su venta en sus 28 sucursales, para lo cual emplean entre 4 a 5 quintales de harina y entre 50 a 54 kilos de quesillo, principales ingredientes para crear el suculento bocadillo.

En la actualidad, según su gerente Wilson Ramírez, el negocio se mueve con una inversión de 3 millones de bolivianos. Detalla que como emprendimiento boliviano incluso patentaron una máquina de diseño exclusivo para sellar cada empanada que se elabora en Wist’upiku.

MANOS ORUREÑAS

Como parte del personal está Remberto Reynolds, orureño, encargado del área de producción, él vestido con un impecable mandil y gorro blanco, cuenta cómo se incorporó a la planta.

Dijo que tenía conocimientos en gastronomía e ingresó a trabajar a la empresa como despachante de empanadas, luego que un amigo que fungía como contador, le ofreció el empleo. No dudó en aceptarlo y desde entonces, paso a paso comenzó a "trabajar con dedicación".

Las jornadas de trabajo para Reynolds, comienzan a las seis de la mañana, como desde aquel día que ingresó a la empresa. En sus primeros despachos llevaba las empanadas recién salidas del horno, desde la calle Lanza, en pleno centro cochabambino; hasta las sucursales de la zona norte. Ahora ya hay panaderos y ellos venden directamente. El horario de mayor producción es la tarde, pues junto a sus compañeros comienza a preparar todo para el día siguiente.

Actualmente, el joven de 36 años, en Cochabamba, está al mando de 30 personas, cuyas manos son las responsables de elaborar hasta pedidos de 10.000 empanadas; es el caso de días festivos como el Corso de Corsos, y asegura que más de una vez el sabor cochabambino, llegó hasta el Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad y Santa Cruz de la Sierra.

Como anécdota recuerda, que en un par de ocasiones, debido a la elevada demanda de productos, olvidaron marcar las empanadas picantes y éstas llegaron a un cliente equivocado.

Con los años de experiencia, asegura que el secreto, para este bocadillo cochabambino, es el horno de barro, "al igual que una comidita cocinada en horno de barro, tiene mejor sabor", revela y se ríe para luego detallar que son especialidades de la casa, "las empanadas de pollo, carne, charque, en horno y fritas; además de la blanca y roja, humintas, helados de canela, de chirimoya, arroz con leche y api". El api es con materia prima orureña.

Wilson Ramírez Solís, gerente general de la empresa Wist’upiku, asegura que Remberto es el trabajador que más se ha destacado y su compromiso con la empresa lo llevó a merecer la designación como encargado de producción. Ahora su responsabilidad es verificar que el producto llegue al cliente en óptimas condiciones.

Remberto, asegura que trabajar con alimentos es difícil, sin embargo considera que la perseverancia y el esfuerzo son importantes. "Lo que siempre le digo a la gente, que se dedica a los alimentos que lo haga de corazón", recomienda.

Él aún no pensó en su futuro, sólo se aboca al presente, piensa que "la competencia no le hace cosquillas a las empanadas Wist’upiku, porque la marca ya es famosa". No piensa dejar la empresa, pero puntualiza que "uno nunca sabe".

No hay comentarios: