Gladys Méndez se sonroja y trata de evitar la pregunta; sin embargo, responde después de todo. “Tengo 62 años y 30 de ellos los he dedicado a la cocina”. Sonríe y saluda a los clientes que pasan cerca de ella, mientras revisa con la vista una a una las fotos que cubren las paredes de su restaurante, en la esquina de las calles Illampu y Santa Cruz.
Tía Gladys, como la llaman cariñosamente sus invitados y tal como fue bautizado el restaurante, señala que su mayor alegría proviene de las muestras de cariño de sus clientes habituales y otros que vienen recomendados, incluso de lugares tan lejanos como Japón e Israel.
“Mi local es un refugio para turistas, pero nunca ha estado cerrado para visitantes locales, todos somos iguales bajo el sol”.
Dice que el secreto de su éxito es su relación cercana con los clientes, a quienes trata como familia. “Ellos siempre son bienvenidos a hablar sobre sus alegrías y preocupaciones, son mi motor y motivo, la razón por la cual estoy aquí”.
Como prueba de aquello, las paredes de su restaurante están colmadas de recuerdos de los visitantes, al igual que sus mesas, donde pueden leerse mensajes como: “La mejor mamá del mundo se encuentra en La Paz” o “Gladys, te amamos”, escritos en inglés, alemán o hebreo.
La pasión de Méndez nació unos años antes de la apertura de su primer local, cuando trabajaba en la fábrica de helados Frigo, una tradición en La Paz.
“A mi esposo siempre le gustó la cocina y trabajando en Frigo pude ver cómo funcionaba una confitería, cuál era la dinámica de los hornos y cómo podía mejorar las recetas; sin embargo, no sabía preparar nada”, confiesa.
Cuando pudo juntar dinero para comprar un horno, contrató a uno de sus excompañeros de trabajo y se puso a probar suerte en un pequeño local ubicado en la calle Tumusla. “Al principio sólo preparábamos masitas y salteñas, pero nos fuimos diversificando de a poco”, cuenta.
Con los años, Méndez y su esposo abrieron otro restaurante en la calle illampu, donde empezaron a recibir clientes extranjeros y poco a poco el local fue quedando pequeño.
“Conseguimos otro espacio en la acera opuesta y habilitamos un patio para poner más mesas, además de un horno para masas y salteñas en la azotea”.
Desayuno Illimani
Otro de los secretos de Tía Gladys es la innovación en los platillos que sirve. Muchas de sus recetas provienen de los requerimientos de los clientes.
“Si un comensal me dice que algo será mejor con este ingrediente adicional o sin éste, esa sugerencia es tomada en cuenta”, señala Méndez.
Pero si hay algo que puede considerar suyo, es uno de los platos más innovadores en el menú de Tía Gladys: el desayuno Illimani, inspirado en la montaña.
“Es un platillo vegetariano, de sabores muy tradicionales, hecho a base de cebolla picada, tomate, ajo, limón y huevos”.
La preparación -servida durante todo el día (a pesar de ser preferida en la mañana)- es acompañada por una marraqueta caliente y luce como la emblemática montaña.
“El platillo servido se ve como el Illimani, con la clara del huevo cocida al vapor como las nieves perpetuas del nevado”, dice.
En ese momento hace una pausa, se levanta y saluda a los clientes que acaban de llegar. “Siempre es bueno dar la bienvenida a los extraños”, señala. Es posible que le ofrezca su innovación.
Menú variado
Desayunos El local “Tía Gladys” ofrece diversos desayunos además del “Illimani”. La variedad incluye el continental y el americano, además de los llamados “desayunos típicos”, entre los que está el desayuno yungueño (que incluye medio lomo de res, papas fritas, postre y huevo frito).
Masaitas Además de los desayunos, se ofrece variedad de masitas y salteñas, las cuales son acompañadas con guacamole y pico de gallo, y son preparadas en el mismo snack.
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