Vitaminas y nutrientes
REVISTA CONSUMER
Mientras que el cerebro se alimenta de glucosa y vitaminas, los ojos necesitan de las vitaminas A, C y E y el corazón exige alimentos sanos.
La alimentación y el buen funcionamiento de cada órgano forman un tándem inseparable; sin una buena nutrición, el órgano corre el riesgo de deteriorarse y no funcionar como debiera. Por lo tanto, es importante saber que el cerebro requiere de glucosa y vitaminas para optimizar sus conexiones, que el aparato circulatorio se rige por el buen tono de las arterias y la fluidez de la sangre, que los huesos son el reservorio de diversos minerales cuya homeostasis (la tendencia de los organismos vivos y otros sistemas a adaptarse a las nuevas condiciones y a mantener el equilibrio a pesar de los cambios) es a su vez regulada por los riñones y que el hígado es muy susceptible a determinados componentes de los alimentos, tanto para su degeneración y enfermedad, como para su recuperación y capacidad depurativa.
Para los ojos.
Antioxidantes
Los ojos son órganos muy sensibles a la nutrición. Las vitaminas A, C y E y los antioxidantes (luteína y zeaxantina) son esenciales y actúan de manera específica sobre las partes del ojo responsables de la visión, como la retina, el cristalino y la mácula. Su presencia es indiscutible para la correcta función ocular.
Este hecho, traducido al ámbito nutricional, se concreta en que los alimentos que no pueden faltar como parte de la alimentación diaria son los siguientes: verduras verdes (espinacas, brócoli, coles, acelgas), además de zanahorias, frutas naranjas (cítricos, melocotones, melón) y frutas del bosque (moras, arándanos, frambuesas y fresas).
Respecto a los suplementos antioxidantes, hay indicios de que altas dosis de beta-carotenos aumentan el riesgo de aparición de la degeneración macular. Ahora bien, un complemento nunca debe usarse como tratamiento de base, ni como sustitutivo de una adecuada alimentación.
Respiratorio.
Expectorantes
Continuos catarros, sinusitis, mocos y flemas, asma y bronquitis son las afecciones respiratorias más comunes. Los neumólogos instan a que una buena salud respiratoria pase por una correcta nutrición, con presencia obligada de antioxidantes (vitaminas A, C y E y selenio). La vitamina A se ha revelado muy útil en la regeneración de las mucosas -dañadas e inflamadas en el asma- la bronquitis y la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica).
Los expertos advierten que la mucosidad que acompaña a muchos trastornos respiratorios, y la dificultad para respirar provocada por la inflamación de las mucosas, obliga a modificar la dieta. Esta debe reunir una mayor cantidad de alimentos con carácter expectorante y antiinflamatorio como ajos, cebollas, puerros y rábano. Todos favorecen la inhalación.
Conviene beber más líquidos (incluidas las infusiones de jengibre) ya que hace más fluidas las secreciones nasales.
Hígado.
Verduras verdes
Una adecuada selección de alimentos normaliza la función de hígado y vesícula biliar, órganos claves para la eliminación de residuos acumulados (residuos de medicamentos, pesticidas, metales pesados, etc.).
Los síntomas más leves de una sobrecarga hepática son fáciles de identificar, aunque pocas veces se asocian al malestar de este órgano: prurito o picor en la piel, dolor de cabeza, fatiga o malestar digestivo con pérdida de apetito, dolor, náuseas y vómitos.
Los grupos de alimentos que mejoran la función hepática son: cereales integrales como el trigo (en grano, cuscús), legumbres (guisantes), verduras verdes, germinados y hortalizas fermentadas como el chucrut.
Además, para el cuidado dietético del hígado es preciso atender las cocciones y tender a realizar elaboraciones suaves: al vapor, hervidos durante corto tiempo, escaldados.
Páncreas.
Buena digestión
El sabor dulce marca a estos órganos, de los que depende la digestión de todos los alimentos: páncreas e intestinos sintetizan enzimas necesarias para digerir azúcares, proteínas y grasas. La buena digestión es el paso previo imprescindible para el buen funcionamiento de las células y, en consecuencia, de todos y cada uno de los órganos y sistemas que componen el cuerpo humano.
Para cuidar de estos órganos digestivos la dieta debe incluir hortalizas de raíz, como la zanahoria o las redondas como la remolacha, la calabaza y la cebolla, más dulzonas porque absorben los nutrientes de la tierra y los asimilan en forma de azúcares.
Sucede lo mismo con las frutas recogidas en su momento óptimo de maduración, su temporada natural.
La ingesta diaria de estos alimentos equilibra la función
de los órganos digestivos de las personas.
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