Las fiestas de Santa Cruz son una magnífica oportunidad para analizar algunos espacios de la gastronomía del oriente boliviano, sus avances, sus encuentros y desencuentros con las culturas locales y la percepción actual de lo que pasa en sus modernos restaurantes.
La llegada de inmigrantes japoneses a nuestro territorio es una de esas influencias positivas que se produjo hace 101 años y que se inició en Riberalta. Con seguridad que este fue un factor desencadenante para incrementar el consumo de arroz en nuestra dieta nacional y con mayor fuerza en el oriente boliviano. (Aclaro que el arroz ya se cultivaba en Bolivia mucho antes que llegaran los migrantes japoneses a nuestro territorio).
Los habitantes de las islas de Okinawa iniciaron en 1900 sus primeras migraciones al exterior con rumbo a Hawai inicialmente, sumándose de esta manera al flujo de inmigrantes Japoneses que buscaban nuevas oportunidades en el mundo, en una época en que no tenían las facilidades económicas actuales.
A comienzos del siglo XX, para los japoneses migrar era realmente una necesidad. No vamos a explicar en detalle las razones que impulsaron a salir de sus islas a los okinawenses, pero para un rápido entendimiento diremos que siempre son las mismas: pobreza, debilidad del Estado para dar seguridad a su ciudadanos, esperanza de encontrar la tierra prometida y mejorar la calidad de vida. La misma historia de siempre con todos los pueblos y que también nos ha tocado vivir a los bolivianos.
Los primeros okinawenses que llegaron a Bolivia eran parte de los grupos que llegaron a Perú entre 1899 y 1903, y posteriormente otros que se agregaron entre 1924 y 1936 llamados por los primeros en calidad de parientes y amigos. Estos japoneses originalmente venían contratados para trabajar en las haciendas de la costa peruana.
En 1909, los okinawenses que estaban en el Perú se trasladan a Bolivia con contratos para trabajar en la explotación del caucho. Cuando en 1915 cambiaron las condiciones de mercado, muchos quedaron sin trabajo y retornaron, algunos al Perú, y otros decidieron quedarse definitivamente en Bolivia, repartiéndose por todo el territorio.
En 1948, los japoneses migrantes en Bolivia decidieron fundar una asociación con la finalidad de gestionar ante el Gobierno nacional la autorización para el ingreso de una mayor cantidad de inmigrantes que se encontraban dispuestos a buscar nuevos derroteros después de haber vivido la tragedia de la Segunda Guerra Mundial.
En 1954 se creó la cooperativa agrícola Uruma, y en agosto del mismo año esta cooperativa consigue el ingreso de 275 personas bajo el "acuerdo” de emigración del gobierno de Ryukyu. Esta es la primera vez que ingresan a territorio boliviano de forma planificada.
La cooperativa se asentó al margen del río Grande, cerca de Pailón, pero tuvieron una serie de dificultades debido a la falta de condiciones del lugar. Esta situación determinó su traslado a la región de Palometillas, cerca de la población de Portachuelo y posteriormente, el 1 de julio de 1956, al sitio actual de la colonia Okinawa 1.
En septiembre de 1957 se fundó la colonia Okinawa 2 y en 1963 Okinawa 3. El último grupo de inmigrantes llegó a Bolivia en 1965, totalizando 3.385 personas. Hoy en día un porcentaje de estos inmigrantes y sus descendientes viven en Santa Cruz dedicados a una serie de actividades comerciales y profesionales.
Los japoneses en Bolivia enseñaron al boliviano del oriente a comer arroz y ensaladas, costumbre, esta última, que era totalmente rechazada por la población. El cruceño al ver un plato de ensalada decía: "A mí dame un pedazo de carne porque no soy vaca”. Pero poco a poco, ya desde los años 60, se comenzaron acostumbrar al uso de la ensalada en su dieta diaria, al arroz como guarnición de uso intensivo y en los últimos años la preparación del tofú y la incorporación de la soya como salsa común que se presenta como un extra casi necesario en la mesa, junto con la alcuza de aceite, vinagre, sal y pimienta.
Es probable que esta rápida incorporación de ingredientes a la dieta nacional tenga su origen en la cultura chanpuru, es decir, en la explicación de que esta denominación para el okinawense se aplica a toda comida hecha mediante la mixtura de diversos componentes elaborados a partir de la creatividad de su autor.
La comida okinawense se conoce en la isla como nuchi gusui, que se traduce como "alimento para la vida y el alma”, que es lo que tratamos de aprender de su delicada forma de preparar sus platos y el minimalismo de sus presentaciones. Desgraciadamente no tenemos abundancia de frutos de mar para desarrollar de forma intensa eso en lo que estos isleños son tan admirados en el mundo.
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