Hace medio siglo aparecieron en el archipiélago los "kaitenzushi", esos restaurantes donde los sushis desfilan sobre una cinta giratoria que permite al cliente atrapar el plato que quiere.
Este tipo de sushis son parcialmente concebidos por robots: uno calibra las bolas de arroz, otro inyecta la dosis de wasabi (una especie de mostaza japonesa) antes de que el cocinero coloque un pequeño trozo de pescado o una gamba encima.
Antaño, el color del plato indicaba el precio y al terminar la colación, un empleado hacía el recuento y presentaba la factura.
Actualmente es todavía más simple y rápido: cada plato tiene un chip electrónico que ofrece todas las informaciones.
"Los sushis no giran de cualquier manera, es fruto de observaciones y de cálculos. No se puede proponer sushi en restaurantes baratos sin una base de datos y una gestión casi científica", explica Akihiro Tsuji, responsable de relaciones públicas de la cadena Kura, uno de los pesos pesados del sector.
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